Ojalá no fuera así, pero actualmente, sufrir una discapacidad sea del origen que sea, genera desigualdad en todos los ámbitos de la persona.
Un estudio de la Autoridad Nacional de la Discapacidad de Irlanda pone de manifiesto que las personas que sufren una discapacidad respecto a las no-discapacitadas son dos veces más pobres que éstas, tienen más del doble de probabilidades de no tener trabajo, tres veces más de abandonar la escolaridad obligatoria, cinco veces más dificultades para acceder al transporte, tanto público como privado, y más dificultades para tener relaciones sociales.
Las personas que sufren lesiones cerebrales adquiridas, como los TCEs o los AVCs, son algunos de los colectivos incluidos en esta triste realidad. Instituciones y sociedad tenemos que trabajar para eliminar esta discriminación, puesto que TODOS, algún momento, podemos ser discapacitados.