El pasado 10 de febrero se celebró el Día internacional de la epilepsia. Llego un poco tarde, lo sé, pero le daba vueltas al contenido de la publicación.
Más allá de los datos epidemiológicos y definitorios quería aportar mi visión biopsicosocial a raíz de tres casos recién diagnósticados de epilepsia en edad adulta, entre los 39-50 años. Los tres presentaron crisis comiciales a raíz de daño cerebral: dos por causa vascular, y el otro por abceso cerebral.
En los tres casos, la afectación del daño cerebral y sus secuelas podría englobarse en la categoría leve puesto que gracias a la terapia con los fármacos anticomiciales, dos con monoterapia y el otro con politerapia, las crisis desaparecieron y pudieron retomar la mayoría de actividades diarias. Los tres fueron remitidos a evaluación neuropsicológica por quejas cognitivas. Decir que en el momento de nuestra intervención, los tres estaban de baja laboral de sus respectivos trabajos, dos ocupaban puestos laborales “white collar” y uno “blue collar”. Redacto en pasado pero dos de los casos aún están de baja laboral y sigo “trabajando” con ellos.
No quiero extenderme pero qué podemos aportar desde la Neuropsicología en esta patología y en concreto en pacientes adultos laboralmente activos:
– la extensión/gravedad de la lesión y los tratamientos farmacológicos van a ser el punto de partida,
– necesitamos evaluar y delimitar las quejas y afectación cognitiva, ¿cómo? la entrevista semiestructurada, registros, cuestionarios y tests son nuestras herramientas, “póngame ejemplos de lo que le pasa”,
– sí o sí, hay que valorar el estado emocional y procesos adaptativo/duelo, el grado de insight, las estrategias compensatorias espontáneas,
– a partir de toda esta información y no antes, elaboramos un plan de intervención individualizado:
– explicaremos el funcionamiento neurocognitivo sin lesión: cómo atendemos, cómo aprendemos, qué variables afectan a nuestra capacidad atencional, de aprendizaje, cuán rápido/lento trabaja nuestro cerebro, qué variables (personales, motivacionales, hábitos…) nos afectan a TODOS
– evidentemente, explicaremos su funcionamiento cognitivo teniendo en cuenta la lesión y fármacos: qué le puede pasar, qué puede experimentar.
– y cómo lo trabajaremos: sesiones de entrenamiento cognitivo, uso de estrategias compensatorias, modificación del ambiente, cambios/modificaciones en las formas de hacer y, no nos olvidaremos de la importancia de hábitos como la necesidad de descanso, actividad física, y relaciones sociales y ocio.
– la reincorporación laboral va a ser “el” reto: retomar conocimientos y procedimientos, gestionar tiempos de trabajo y descanso, el estrés intrínseco del trabajo, la comprensión de nuestros compañeros de trabajo y superiores.
Para acabar, me gustaría remarcar que los avances profesionales tienen mucho de la aportación y aprendizaje de nuestros pacientes. Nos aportan su experiencia y vivencias, sus recursos, su capacidad para retomar o cambiar su vida, no hay que adoptar una actitud paternalista y sobreprotectora, al contrario, el trabajo es conjunto y hay que potenciar sus propios recursos y potencialidades.